15 de octubre de 2008

Poetica del espacio del barco

Para los seres humanos contemporáneos resulta todavía de lo más fácil acceder a los aspectos psicodinámicos de la experiencia del espacio del barco, dado que su trato con interiores caravana y con las cabinas de automóvilles proporcionan puntos actuales de contacto.La disposición de tales medios de circulación no se habría convertido, para grandes mayorías de individuos modernos, en una práctica de movimiento imprescindible,y la mayoría de las veces satisfactoria, si los vehículos mismos, conn sus formas interiores, no se valieran de estructuras elementales de conformación de esferas en dimensiones espaciales de pequeño formato. El barco, como en proporciones más moderadas el automóvil y la caravana, es el nido movilizado o la casa absoluta.Desde una perspectiva existencial la tarea consiste en: hacer móvil el interior, lo que equivale a una cuadratura del círculo de la vida. Dado que el barco encarna la realización del anhelo de estar-cabe-sí y el anhelo de evasión a la vez, representa, sobre todo en su forma temprano-moderna de adaptación a alta mar, el arquetipo de la contradicción resuelta. Concilia las aspiraciones polarmente opuestas tanto a una vivienda como a la aventura. Con él son posibles relaciones simbióticas: y, sin embargo, resulta experimentable como un proyectil que incide en donde jamás se ha estado. La embarcación se experimenta como un vientre que cobija una camada de bisoños, que irán a tierra, donde puedan, y se acomodarán, como quieran, ante la puerta sin contexto de la casa. El barco es, al mismo tiempo, una autoextensión mágico-tecnosférica de las tripulaciones; como todos los vehículos-receptáculo modernos, es una máquina de sueños homeostática, que se deja conducir a través del elemento exterior como una Gran Madre manipulable.(Queda por escribir una historia psicohistóricamente convincente del fetichismo de vehículo.) Por ello los barcos pueden convertirse en patrias móviles para sus tripulaciones. Que el derecho marítimo reconozca los barcos como extensiones de la nación bajo cuya bandera navegan sigue una intuición,originaria: el estar-en-tierra se transforma aquí lógico-espacialmente y jurídico-internacionalmente en el estar-a-bordo; desde el nomos de la tierra desde la <paz> del espacio propio, se transmIten rasgos esenciales de la endosfera flotante.

La función decisiva del cuerpo del barco es, ciertamente, su aislamiento,tanto desde el punto de vista físico como simbólico: dado que se mueve en el elemento húmedo, que gracias a su desplazabilidad satisface :demanda de espacio del barco, el cuerpo flotante se impone a la resistencia de su soporte. A nivel social a ello corresponde la regla de que ensenbles humanos que se lanzan hacia fuera sólo permanecen coherentes cuando consiguen cegar las vías de agua y afirmar la primacía del interior en el elemento inhabitable. Así como antes las naves de iglesia de la vieja Europa transferían ese potencial de recogimiento a la tierra firme, con el fin de servir de embarcaciones para almas cristianas sobre el mar terreno de la vida, así, y sobre todo, las naves expedicionarias en el espacio exterior han de confiarse a su espacio de aislamiento como forma de cobijo autodeterminante,que traen consigo.

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