7 de marzo de 2008

Zoo Humano

Cuando las presiones de la vida moderna se vuelven opresivas, el fatigado habitante de la ciudad suele hablar de su rebosante mundo como de una jungla de asfalto. Es ésta una forma colorista de describir el modo de vida en una comunidad urbana densamente poblada,pero es también sumamente inexacta, como puede confirmar cualquiera que haya estudiado una jungla verdadera.En condiciones normales, en sus habitats naturales, los animales salvajes no se mutilan a sí mismos, no se masturban, atacan a su prole, desarrollan úlceras de estómago, se hacen fetichistas, padecen obsesidad, forman parejas homoxesuales, ni cometen asesinatos. Todas estas cosas ocurren, no hace falta decirlo,entre los habitantes de las ciudades.¿Revela, pues, esto, una diferencia básica entre la especie humana y otros animales? También otros animales observan estos tipos de comportamiento en determinadas circunstancias, a saber, cuando se hallan confinados en condiciones antinaturales de cautividad.
El animal encerrado en la jaula de un parque zoológico manifiesta todas estas anormalidades que tan familiares nos son por nuestros compañeros humanos.Evidentemente, entonces, la ciudad no es una jungla de asfalto, es un zoo humano.

La comparación que debemos hacer no es entre el habitante de la ciudad y el animal salvaje, sino entre el habitante de la ciudad y el animal cautivo.El moderno animal humano no vive ya en las condiciones naturales de su especie.Atrapado, no por un cazador al servicio de un zoo, sino por su propia inteligencia, se ha instalado en una vasta y agitada casa de fieras, donde, a causa de la tensión, se halla en constante peligro de enloquecer.

A pesar de las presiones, las ventajas son importantes.El mundo del zoo, como un padre gigantesco, protege a sus inqulinos: se suministran comida, bebida, albergue y cuidados médicos e higiénicos; los problemas básicos de supervivencia se hallan reducidos al mínimo.Hay tiempo libre en abundancia.El modo en que se emplea este tiempo en un zoo no humano varía, naturalmente, de una especie a otra.Unos animales reposan tranquilamente y dormitan al sol; otros encuentran cada vez más dificil aceptar su prolonga inactividad.Si es usted inquilino de un zoo humano, pertenece inevitablemente a esta segunda categoría.Hallándose en posesión de un cerebro esencialmente expiatorio e inventivo, no podrá reposar durante mucho tiempo.
Se verá impulsado con creciente intensidad al desarrollo de actividades cada vez más complicadas . Investigará, organizará, creará y, al final, se habrá hundido a mayor profundidad todavía, en un mundo de parque zoólogico aún más cautivo.A, cada nueva complejidad, se encontrará alejado un paso más de su estado tribal natural, el estado en que sus antepasados existieron durante un millón de años.

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