3 de agosto de 2008

En busca de espacio público

Al comentar los acontecimientos desencadenados en tres ciudades diferentes del oeste de Inglaterra por la noticia de que el pedófilo Sidney Cooke había sido liberado de la cárcel para regresar a su casa, una periodista dotada de un sexto sentido sociológico, observó:
“Si hay algo que garantiza hoy que la gente saldrá a la calle son las murmuraciones acerca de la aparición de un pedófilo.La utilidad de esas protestas ha sido objeto de crecientes cuestionamientos. Lo que no nos hemos preguntado,sin embargo, es si esas protestas en realidad tienen algo que ver con lo pedófilos”.
La periodista se centró en una de esas ciudades, Yeovil,donde encontró que la variada multitud de abuelas, adolescentes y mujeres de negocios que rara vez o casi nunca habían expresado algún deseo de participar en una acción pública ahora habían sitiado el destacamento de policía local,sin estar siquera seguras de que Cooke se ocultaba efectivamente dentro del edificio .Su ignorancia acerca de los hechos y detalles del asunto solamente era superada por la determinación de hacer algo al respecto y de que lo que hicieran fuera divertido;y en realidad esa terminación se fortaleció aun más debido a la incertidumbre que rodeaba a los acontecimientos.Personas que jamás habían participado en una protesta pública decidieron acercarse y permanecer ,mientras gritaban ¡Muerte a ese canalla!,
Dispuestas a mantener su lugar todo el tiempo que hiciera falta. ¿Por qué? ¿Buscaban algo más fuera del confinamiento enemigo público a quién nunca habían visto y cuyo paralelo ni siquiera conocían con certeza? La periodista tenía una respuesta para esa compleja pregunta, y una respuesta convincente:
“Lo que verdaderamente ofrece Cooke, en cualquier parte, es la rara oportunidad de odiar realmente a alguien, de manera audible y pública, y con absoluta impunidad.Es una cuestión de bien y mal [...] y, por lo tanto, un gesto en contra de Cooke define que uno es decente.Solo quedan muy pocos grupos humanos que uno pueda odiar sin perder la respetabilidad.Los pedófilos constituyen uno de ellos”.
“Finalmente he encontrado mi causa”, dijo la principal organizadora de la protesta, una mujer sin ninguna experiencia previa en roles públicos.”Lo que probablemente haya encontrado Debra” comenta la periodista “no es 'su causa', sino una causa común: la sensación de una motivación colectiva”.

“La manifestación tiene matices de demostración política, de ceremonia religiosa, de mitin sindical; todas esas experiencias grupales que solían definir la identidad de las personas, y que ya no son accesibles a ellas.Y por eso ahora estas se organizan en contra de los pedófilos.Dentro de unos pocos años, la causa será cualquier otra".
Nuestra periodista tiene razón una vez más: es improbable que haya escasez de nuevas causas, y siempre habrá nichos vacíos en el cementerio de las viejas causas.Pero ,por el momento días más que años ,si se tiene en cuenta la pasmosa velocidad de desgaste de temores y pánicos morales públicos, la causa es Sidney Cooke.Sin duda, es una causa excelente para reunir a toda la gente que busca alguna salida para una angustia largamente acumulada.
Primero,Cooke está catalogado:esa calificación lo convierte en un blanco tangible y lo extrae del conglomerado de miedos ambientales confiriéndole una realidad corporal que otros temores no poseen; aun cuando no se vea,es posible percibirlo como un objeto sólido que puede ser dominado,esposado,encerrado,neutralizado y hasta destruido, a diferencia de la mayoría de las amenazas,que tienden a ser desconcertantemente difusas,vagas,evasivas,nidentificables.Segundo , por una feliz coincidencia , Cooke ha sido puesto en el lugar en que se cruzan las preocupaciones privadas y los temas públicos; más precisamente,su caso es como un crisol alquímico en el que el amor por los hijos una experiencia cotidiana,rutinaria,pero privada puede transustanciarse de manera milagrosa en un espectáculo público de solidaridad. Y en última instancia, pero no menos importante, la situación es un puente suficientemente ancho como para permitir que un grupo tal vez numeroso encuentre una vía de escape; cada evadido solitario se topa allí con otra gente que está huyendo de su propia prisión privada, y de este modo se crea una comunidad a partir del solo hecho de emplear la misma ruta de escape, que seguirá existiendo mientras haya pies que la recorran.

Los políticos, personas que se supone operan profesionalmente dentro del espacio público (allí tienen cargos , o más bien denominan “público” el espacio donde se tienen cargos),casi nunca están bien preparados para enfrentar esta invasión de intrusos; y dentro del espacio público, cualquiera que no tenga el tipo de cargo adecuado,y que aparezca allí en una ocasión ni calculada ni preparada y sin invitaciones, por definición ,un intruso.Según estos parámetros, todos los atacantes de Sidney Cooke eran, sin lugar a dudas,intrusos.Desde el principio ,su presencia dentro del espacio público era precaria.Por lo tanto, deseaban que los legítimos habitantes de ese espacio reconocieran su presencia allí y la volvieran legítima.

Las penurias y los sufrimientos contemporáneos están fragmentados, dispersos y esparcidos, y también lo está el disenso que ellos producen.La dispersión de ese disenso, la dificultad de condensarlo y anclarlo en una causa común y de dirigirlo hacia un culpable común, solo al borde del miedo y la desesperación flotantes, que buscan desesperadamente una salida.La vida está sobresaturada de aprensiones oscuras y premoniciones siniestras, aún más aterradoras por su inespecificidad.Sus contornos difusos y sus raíces ocultas.Como en el caso de otras soluciones sobresaturadas, una mota de polvo Sidney Cooke, por ejemplo es suficiente para provocar una violenta condensación.

Hace algunos años (en Doble Business Bind,Baltimore University Press,1978),René Girard consideró hipotéticamente qué podría haber ocurrido en una también hipotética época prosocial, cuando el disenso se esparcía en toda la población y las disputas y la violencia,alimentadas por una despiadada competencia por sobrevivir, fragmentaban las comunidades o impedían que se reunieran.Tratando de responder a esa pregunta.Girard ofrecía un relato,deliberada y rescatadamente mitológico, del “nacimiento de la unidad”.El paso decisivo,cavilaba,debió haber sido la elección de una víctima en cuyo asesinato, a diferencia de otros asesinatos, hubieran participado todos los miembros de la población, quedando de este modo “unidos por un crimen” una vez que este se había consumado en carácter de coautores ,cómplices o instigadores.El acto espontáneo de acción coordinada tenía la capacidad de sedimentar los enconos dispersos y la agresión difusa, estableciendo una clara división entre lo correcto y lo incorrecto, la violencia legítima y la ilegítima,la inocencia y la culpa.Podía reunir a los seres solitarios ( y asustados) en una comunidad solidaria ( y confiada).
La historia de Girard, es una fábula, un mito etiológico, un relato que no aspira a la verdad histórica, sino a dar cuenta de un “origen” desconocido.Como señalara Cornelius Castoriadis, el individuo prosocial, contrariamente a la opinión de Aristóteles, no es un dios ni una bestia, sino una pura invención de la imaginación de los Filósofos.Como otros mitos etiológicos ,el relato de Girard no nos dice lo que verdaderamente ocurrió en el pasado; es tan solo un intento de dar sentido a la presencia actual de un fenómeno bizarro y de difícil comprensión y de justificar su constante presencia y renacimiento.El verdadero mensaje del relato de Girard es que siempre que el disenso se presenta difusamente y no focalizado, y que reinan la sospecha mutua y la hostilidad ,la única manera de alcanzar o recuperar la solidaridad comunitaria y el habitar seguro por solidario es la elección de un enemigo común y la unión de las fuerzas a través de un acto de atrocidad colectiva que apunta a un blanco común.Solo la comunidad de cómplices puede garantizar (mientras dura) que el crimen no sea llamado crimen y castigado como tal .Por lo tanto, la comunidad no tolerará fácilmente a las personas que se nieguen a unirse al tumulto general,ya que esa negativa pone en duda la justicia misma del acto.

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