31 de julio de 2008

Camil Cienfuegos amaba la noche

Camil, que amaba la noche y la oscuridad, sus aliadas, se escapaba del campamento de Columbia vestido de civil, con la complicidad de algunos de sus compañeros, hacia el Bosque de la Habana.Le gustaba aquella naturaleza espléndida, donde las lianas colgantes envolvían a los grandes árboles que dejaban ver sus ramas en las noches claras de luz de luna.Se bajaba del jeep, se detenía y caminaba hasta llegar a la orilla del río Almendares, que desde niño frecuentaba y conocía, y dejando la pistola debajo de las hojas muertas del tronco de algún viejo árbol, se lanzaba a las aguas siempre frescas del río y nadaba hasta una embarcación allí anclada, donde siempre lo esperaba una muchacha. Cuando la muchacha de la cita sabía nadar, ella y Camil, semidesnudos, se tiraban a las aguas del río y allí, después de muchos juegos eróticos, hacían el amor en la penumbra, a veces iluminados por algún rayo de luna.Allí, en el yate, se quedaba haciendo el amor hasta altas horas de la madrugada, en que, agotado, regresaba al campamento y dormía profundamente hasta horas de la mañana, cuando se daba una gran ducha que lo ponía como nuevo.Agua que, en la tradición cubiche, limpia y hacer renacer.Camil , atractivo y enamorado ,era asediado cada día por cientos de mujeres, que se le encimaban, lo tocaban, le tiraban besos, o le dejaban sus teléfonos si estaba en alguna misión oficial en compañía de otros rebeldes.Fijaba a la muchacha que más lo había atraído hacía una cita,e iba a recogerla en una esquina cercana a su casa. O bien, con la complicidad de algunos de sus amigos, de su columna, la encontraba. Camil vivía la vida frenéticamente, como si se le fuera a escapar. No era raro que dijera, entre grandes risotadas, que él no viviría mucho y que no podía perder un momento de vivir con toda intensidad. Su frenesí en el trabajo como jefe del Ejército,lo exigía a los soldados rebeldes, o a los hombres de su columna, casi todos guajiros serranos analfabetos, con los que luchaba para que aprendieran a leer, repitiendo aquella frase matiana ( Camil era un devoto de José Martí), " Ser cultos para ser libres ",enseñándoles que su deber era el amor al pueblo,y que la Revolución no se había hecho para adorar caudillos.Entonces contaba aquella historia del joven Marti, cuando su primera entrevista con los mayores generales y veteranos héroes de la Guerra Grande, Máximo Gómez y Antonio Maceo, en el hotel Griffou, de Nueva York, cuando éstos le informaron que la próxima guerra que estaba preparando iba a ser dirigida por una junta militar por Máximo Gómez, Para evitar los conflictos entre el poder civil y militar, una de las causas que impidió la victoria de la Guerra de los Diez Añosa que el joven Martí rechazó airado, en histórica carta, y Camilo con voz grave y bella leía a sus hombres fragmentos de la carta.1

El caudillismo y el militarismo habían sido, en la guerra y en la paz, dos de los males más negativos de la historia de Cuba.Eran una constante preocupación de camilo. En sus discursos, él recordaba siempre a los muchos compañeros muertos en la lucha por la libertad para erradicar definitivamente esas graves lacras de la vida nacional .Camil Cienfuegos hablaba a menudo de José Antonio Echevarria, Manzanita, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), creador y dirigente del Directorio Revolucionario, aquel joven cristiano de piel blanca, y cara sonrosada y bondadosa, que hacía que amigos y enemigos lo respetaran, aquel muchachón que cubría con su cuerpo a sus compañeros, recibiendo en las manifestaciones los golpes que la policía lanzaba, siempre predicando el amor y no el odio, que cayera balaceado cerca de la universidad, el 13 de marzo de 1957, y Camilo recordaba el heroico asalto al Palacio Presidencial.

Camil Cienfuegos era un ciclón, un desafío a lo desconocido. Afrontaba lo inesperado y le gustaba luchar contra lo imposible.Camil amaba la mar, luchar contra las corrientes marinas, que lo hacían sentirse como el pez en el agua .Descubrir los secretos y límites de su isla, el caimán o cocodrilo verde en un Caribe arisco, tumultoso y casi siempre de pobre naturaleza, y un Atlántico en cuyas costas crecían maravillosas plantas y arenas finas, y espléndida vegetación. Camil hablaba con voz clara y sonora, tenía una sonrisa graciosa.De vez en cuando silbaba, soltaba tremendas carcajadas, lo que hacía que la gente del pueblo dijera: "Este blanquito tiene la risa de Dios "

Como buen cubano que era, amaba la aventura y era capaz de embarcarse en cualquier cosa.Una fiesta, una conga, una manifestación contra la policía, una peleacallejera, un viaje, un amor, una guerrilla. Y de cubiche puro, que no le gustaban las cosas serias, no permitía que nadie lo tratase mal, ni grande ni chiquito.Su alegría era increíble, parecía no cansarse nunca, hacer muchas vidas cada día, como si el tiempo se le escapara durante aquellos primeros y agitados días de 1959. Tenía vida oficial por el día y una vida de fiesta, aventura y amor durante la noche. Camilo era el más joven de los revolucionarios, juvenil, fiestero, bailador, alegre. Y el pueblo lo sentía, lo oía, lo veía, lo buscaba. Él hablaba como si fuera uno de ellos. Sabían que era un héroe.Fidel era el Dios supremo, al que se adoraba, pero al que no se podía llegar, no tocar , ni tutear. Y Camil era como Cristo, pero a la cubana, el Cristo rumbero. Grande, pero humano, popular, al que con todo respeto y admiración, pero de igual a igual, y de tú por tú, querían y tocaban. De Carlos Franqui :Camil Cienfuegos.

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