10 de julio de 2008

Portazo a la historia

Antes de que cayera el Muro de Berlín y se convirtiera, con su desaparición, en el símbolo definitorio del desmoronamiento del comunismo, hubo otra imagen que encarnó la esperanza de la eliminación de las barreras soviéticas. Fue la de Lech Walesa, un electricista de amplio bigote y pelo alborotado, despedido de su empleo años atrás, que, un día de 1980, se encaramó a una valla de acero engalanada con flores y banderas en Gdansk, Polonia. Aquella valla rodeaba y resguardaba los astilleros de Lenin y a los miles de trabajadores que se habían encerrado en su interior para protestar contra la decisión tomada por el Partido Comunista de aumentar el precio de la carne, y Walesa la escaló para unirse a éstos y convertirse en su líder.

La huelga de los trabajadores fue una demostración de desafío sin precedentes contra el gobierno – controlado por Moscú- que había regido de los destinos de Polonia durante treinta y cinco años. A medida que transcurria la huelga, el astillero se iba convirtiendo en un foco de democracia popular en medio de un país autoritario. Los trabajadores ampliaron sus peticiones. No querían que sus vidas laborales siguieran estando bajo el control directo de apparatchiks del partido que pretendían hablar en nombre de la clase obrera. Querían un sindicato independiente propio querían el derecho de negociar y a ir a la huelga. Sin esperar permiso de las autoridades, acordaron una votación formar ese sindicato y lo denominaron Solidarnóc. Solidaridad se extendió por las minas, los astilleros y las fábricas del país a un ritmo desaforado. En sólo un año, contaba ya con diez millones de miembros.Leer Más

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